Aquí teniu la meva primera col·laboració amb la nova revista TALLER DE LETRAS.
Haruki Murakami es uno de los autores más influyentes y populares de la literatura contemporánea. En estas 'memorias' (De qué hablo cuando hablo de correr, Tusquets / Empúries, 2010) destripa sus dos pasiones: las carreras de fondo y el arte de narrar. Disciplina, determinación y sentido del ritmo son algunos de sus trucos.
Una silueta menuda aunque vigorosa corre por el camino del río. Shorts y deportivas. En su cabeza hierven miles de imágenes, personajes y situaciones que más tarde plasmará en sus novelas. Su mirada refleja la determinación de continuarurdiendo ficcionesy devorando kilómetros.
Haruki Murakami (Kioto, 1949) escribe como corre y viceversa. Para el autor de Tokio blues, Kafka en la orilla o la más reciente 1Q84, novelas y maratones requieren el mismo rigor. Fondista y escritor incombustible, afirma que sólo compite contra sí mismo, que su objetivo es superar la marca anterior, aguantar toda la carrera sin caminar. Su premio -ventas, críticas y reconocimientos a parte- es el orgullo de mantener el nivel que él mismo se fija. De qué hablo cuando hablo de correr son las deliciosas memorias del Murakami corredor de fondo y también las reflexiones de un narrador excepcional, con sus manías y su duende.
Improvisación y ritmo sustentan su universo literario. Antes de hacerse novelista, el autor de After Dark regentaba un bar musical donde servía copas y sándwiches, con una incesante banda sonora hecha de música jazz. De ahí que Murakami apueste por una escritura que fluya y haga mover los pies al lector, como en un concierto. Romántico, oscuro y onírico, al japonés le basta un detalle para levantar su mundo de fantasía. El detonante puede ser una imagen o un personaje sugerente. El resto es fabular ante la página en blanco y detenerse antes de romper el ritmo, ahí coincide con Hemingway.
Otra de sus virtudes es que disfruta manteniendo el aislamiento necesario. Murakami nunca sale de noche mientras escribe un libro. Corre en soledad (una hora de silencio que le alimenta el alma) y trabaja en soledad. Y si la inspiración lo abandona, se ejercita facturando ensayos o traducciones hasta que recupera la confianza para seguir narrando. Escritor de costumbres, come frugalmente y se acuesta y se levanta con el sol. Riguroso como un corredor preparando su cuerpo para los 42.195 metros.
(Publicat per Jordi Benavente a la revista Taller de Letras.)
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